Algunas formas de grasa saturada incrementan el colesterol LDL (MALO). PERO AL MISMO TIEMPO, tambien aumenta el colesterol HDL (BUENO) que protege al corazón.
En cambio, producimos colesterol MALO al comer azúcar y carbohidratos refinados (harinas).
Para colmo, no hay correlación entre el colesterol dietético (presente en alimentos como el huevo) y ataques al corazón.
Un ensayo de la revista BMJ 2016 comparó dietas ricas en grasas saturadas (lácteos y carne) contra dietas ricas en grasas insaturadas (aceite vegetal de maíz). Quienes comieron aceite vegetal tenía menos colesterol, pero mayor tasa de mortalidad.
En 2015, el gobierno en EUA al fin reconoció que su recomendación contra el colesterol dietético no tenía sustento científico.
El problema con la grasa saturada y el colesterol tiene menos que ver con su origen animal que con todo lo que le inyectan y dan de comer a vacas, cerdos y pollos. Así como las grasas insaturadas (aceite de maíz, canola, girasol, margarina y manteca vegetal) no son buenas por ser de origen vegetal, porque al ser refinadas e hidrogenadas (grasas trans) las hechamos a perder.
Aunque el internet esté lleno de consejos obsoletos, imprecisos y hasta letales sobre la grasa, comer aceite de coco virgen, manteca de cerdo orgánica y huevos y carne DE PASTOREO, tiene más beneficios de los que creemos.
Fuente:
Hyman, Mark. ¿Qué carajos debo comer? (Colección Vital). Penguin Random House Grupo Editorial México.